«Una llamada que merece la pena, un proyecto que merece la vida.»
Nuestra vida tiene un sentido. Hay un ideal, un proyecto de vida que no se restringe a comprar, tener, sino a ser. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de estos seres, iluminados en mente y el corazón por la Palabra del Señor que son capaces de iluminar la vida de otros para que descubran el deseo de Dios.
La semana vocacional es un tiempo donde se impulsa la formación vocacional, se busca dar a conocer que esta es siempre una iniciativa de Dios y a nosotros nos corresponde la adhesión libre, para que así desde nuestra vocación y ámbito de participación lleguemos a conformar parte de las comunidades cristianas, y seamos testimonios de fe y comunión desde nuestro carisma concepcionista, según la vocación que se ha dado a cada uno.
El Papa Francisco nos indica: «Esta senda tiene un nombre, un rostro: el rostro de Jesucristo. Él nos enseña a ser santos. Esta es la vida de los santos: personas que por amor a Dios no le pusieron condiciones a Él en su vida».
Jesús nos conoce, el vive y camina en nuestra realidad, en la vida ordinaria, para acercarse a todos y nos invita a ir contracorriente, nos advierte que nos encontraremos con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Pero la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que Él, el Señor, es fiel, y con Él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales».